Montar en bicicleta, bailar, silbar, mirar el mundo, sentirme joven, saber que soy libre,
eso es lo que anhelo. Sea como sea, a la guerra no le importan nuestras rencillas o nuestros deseos de aire y libertad, y por lo tanto tenemos que tratar de que nuestra estancia aquí sea lo más placentera posible. Hace sol, el cielo está de un azul profundo, hace una brisa hermosa y yo tengo unos enormes deseos de... ¡de todo! Deseos de hablar, de ser libre, de ver a mis amigos, de estar sola siento que mi corazón palpita como si me dijera: «¡Cuándo cumplirás mis deseos!»
Estaba en el umbral de la escalera, con un montón de aviones alemanes sobrevolando la casa; sabía que era una persona por mí misma, y que no debía contar con la ayuda de los demás. Mi
miedo desapareció, levanté la vista al cielo y confié en Dios. Pero también me asomé a la ventana abierta, y pude ver gran parte de Amsterdam, y por encima de los tejados hasta el horizonte, que era de un color celeste tan claro que no se distinguía bien su línea. -Mientras exista este sol y este cielo tan despejado, y pueda yo verlo -pensé-, no podré estar triste
Para todo el que tiene miedo, está solo o se siente desdichado, el mejor remedio es salir al
aire libre, a algún sitio en donde poder y estar totalmente solo, solo con el cielo, con la
Naturaleza y con Dios. Porque sólo entonces, sólo así se siente que todo es como debe ser
y que Dios quiere que los hombres sean felices en la humilde pero hermosa Naturaleza. Mientras todo esto exista, y creo que existirá siempre, sé que toda pena tiene consuelo, en
cualquier circunstancia que sea. Y estoy convencida de que la naturaleza es capaz de paliar muchas cosas terribles, pese a todo el horror. ¡Ay!, quizá ya no falte tanto para poder compartir este sentímiento de felicidad avasallante con alguien que se tome las cosas de la misma manera que yo.
Me parecieron muy duras sus palabras cuando dijo que no necesitaba amigos. ¡Ay, cómo
se equivoca! No creo que lo diga en serio. Se aferra a su masculinidad, a su soledad y a
su falsa indiferencia para no salirse de su papel, y para no tener que mostrar nunca cómo
se siente. ¡Pobre Peter! ¿Hasta cuándo podrá seguir haciendo este papel? ¿Cuánto faltará
para que, después de tanto esfuerzo sobrehumano, explote?
No, me refiero a las cosas interiores. Yo, como tú, ansío tener un poco de aire y de libertad, pero creo que nos han dado compensación de sobra por estas carencias. Quiero decir, compensación por dentro. Esta mañana, cuando estaba asomada a la ventana mirando hacia afuera, mirando en realidad fija y profundamente a Dios y a la Naturaleza, me sentí dichosa, únicamente dichosa. Y, Peter, mientras uno siga teniendo esa dicha interior, esa dicha por la Naturaleza, por la salud y por tantas otras cosas; mientras uno lleve eso dentro, siempre volverá a ser feliz. La riqueza, la fama, todo se puede perder, pero la dicha en el corazón a lo sumo puede velarse, y siempre, mientras vivas, volverá a hacerte feliz.
Inténtalo tú también, alguna vez que te sientas solo y desdichado o triste y estés en la buhardilla cuando haga un tiempo tan hermoso. No mires las casas y los tejados, sino al
cielo. Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro y que,
pase lo que pase, volverás a ser feliz
Creo que siento en mí la primavera, siento el despertar de la primavera, lo siento en el
cuerpo y en el alma. Tengo que contenerme para comportarme de manera normal, estoy
totalmente confusa, no sé qué leer, qué escribir, qué hacer, sólo sé que ardo en deseos...
Dussel duramente, sin temor a que me chivara. Y a mí también me hacía sentirme muy bien, porque notaba una fuerte sensación de solidaridad, algo que antes sólo había tenido con mis amigas.
No quiero admiradores, sino amigos, no quiero que se maravillen por mi sonrisa lisonjera, sino por mi manera de actuar y mi carácter. Sé muy bien que en ese caso el círculo de personas en torno a mí se reduciría bastante, pero ¿qué
importaría que no me quedaran sino unas pocas personas? Pocas, pero sinceras.
Comencé a pensar, a escribir cuentos, y llegué a la conclusión de que los demás ya no tenían nada que ver conmigo, que no tenían derecho a empujarme de un lado para otro como si fuera el péndulo de un reloj; quería reformarme a mí misma según mi propia voluntad. Comprendí que me podía pasar sin mamá, de manera total y absoluta, lo que me dolió, pero algo que me afectó mucho más fue darme cuenta de que papá nunca Negaría a ser mi confidente. No confiaba en nadie más que en mí misma
Y por las noches, cuando acabo mis rezos pronunciando las palabras «Te doy las gracias
por todas las cosas buenas, queridas y hermosas», oigo gritos de júbilo dentro de mí,
porque pienso en esas «cosas buenas», como nuestro escondite, mi buena salud y todo mi
ser, en las cosas queridas, como Peter y esa cosa diminuta y sensible que ninguno de los
dos se atreve a nombrar aún, el amor, el futuro, la dicha, y en las cosas hermosas, como el
mundo, la Naturaleza y la gran belleza de todas las cosas hermosas juntas. En esos momentos no pienso en la desgracia, sino en todas las cosas bellas que aún quedan. Ahí está gran parte de la diferencia entre mamá y yo. El consejo que ella da para combatir la melancolía es: «Piensa en toda la desgracia que hay en el mundo y alégrate de que no te pase a ti.» Mi consejo es: «Sal fuera, a los prados, a la naturaleza y al sol. Sal fuera y trata de reencontrar la felicidad en ti misma; piensa en todas las cosas bellas que hay dentro de ti y a tu alrededor, y sé feliz.»
creo que toda desgracia va acompañada de alguna cosa bella, y si te fijas en ella, descubres cada vez más alegría y encuentras un mayor equilibrio. Y el que es feliz hace feliz a los demás; el que tiene valor y fe, nunca estará sumido en la desgracia
¡quiero ser valiente!
Cuando una va cambiando, sólo lo nota cuando ya está cambiada. Yo he cambiado, y
mucho: completa y totalmente. Mis opiniones, mis pareceres, mi visión crítica, mi
aspecto, mi carácter: todo ha cambiado. Y puedo decirlo tranquilamente, porque es cierto,
que todo ha cambiado para bien. Ya alguna vez te he contado lo difícil que ha sido para
mí dejar atrás esa vida de muñeca adorada y venir aquí, en medio de la cruda realidad de
regañinas y de mayores.
Cuando de verdad logro alguna vez con gran esfuerzo que suba a escena la auténtica Ana durante quince minutos, se encoge como una mimosa sensitiva en cuanto le toca decir algo, cediéndole la palabra a la primera Ana y desapareciendo antes de que me pueda dar cuenta.
O sea, que la Ana buena no se ha mostrado nunca, ni una sola vez, en sociedad, pero
cuando estoy sola casi siempre lleva la voz cantante. Sé perfectamente cómo me gustaría
ser y cómo soy... por dentro, pero lamentablemente sólo yo pienso que soy así. Y ésa
quizá sea, no, seguramente es, la causa de que yo misma me considere una persona feliz
por dentro, y de que la gente me considere una persona feliz por fuera. Por dentro, la
auténtica Ana me indica el camino, pero por fuera no soy más que una cabrita exaltada
que trata de soltarse de las ataduras.
Tú sabes y yo sé que soy fuerte, que la mayoría de las cargas las soporto yo sola. Nunca
he acostumbrado compartir mis cargas con nadie, nunca me he aferrado a una madre,
Cada vez me independizo más de mis padres, a pesar de mis pocos años, tengo más valor
vital, y un sentido de la justicia más preciso e intacto que mamá. Sé lo que quiero, tengo
una meta, una opinión formada, una religión y un amor. Que me dejen ser yo
misma, y me daré por satisfecha. Sé que soy una mujer, una mujer con fuerza interior y
con mucho valor.
Si Dios me da la vida, llegaré más lejos de lo que mamá ha llegado jamás, no seré
insignificante, trabajaré en el mundo y para la gente.
¡Y ahora sé que lo primero que hace falta es valor y alegría!
Los débiles caerán,
¡pero los fuertes sobrevivirán y nunca sucumbirán!